Invitado: Martín Rincón, jugador profesional de polo y capitán de Los Cuatro Soles
Podcast: Accelerate
El polo es un deporte que no pide permiso: exige precisión, coraje y una coordinación quirúrgica entre cuatro jugadores… y ocho caballos. En este episodio de Accelerate, Martín Rincón abre la puerta a un mundo donde la estrategia se decide a 60 km/h y la confianza se construye golpe a golpe. Lo que aprendimos no aplica solo a la cancha: es una guía sobria para cualquier líder que necesite resultados en equipo.
“El polo es pura pasión”
Martín empezó a los 12–13 años. No venía de familia de campo ni caballos; llegó por curiosidad, se subió, pegó su primer golpe y se enamoró. A los 17 decidió volverse profesional, y desde entonces vive entre temporadas, caballadas, entrenamientos y torneos. Define el polo sin rodeos: “pura pasión”. Un deporte “irreal”, enorme en dimensiones, con ocho personas montadas persiguiendo una pelota diminuta. Esa paradoja —lo ilógico que funciona— es justo lo que lo hace adictivo.
El tablero invisible: roles y estrategia
En polo no todos hacen de todo. Las posiciones son una coreografía:
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1 (delantero): agresivo de cara al gol.
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2 (receptor): presión y desgaste, puente entre ataque y defensa.
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3 (armador/capitán): cerebro del equipo; organiza, manda, corrige.
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4 (back/defensa): última línea, temple frío.
Martín juega de 3. Fuera del caballo es cercano, calmado y didáctico; en el saque inicial aparece otro Martín: objetivos claros, jerarquía tranquila, decisiones firmes. El plan es simple y brutal: definir 3–4 estrategias, ejecutarlas sin titubeos y ajustar en vivo cuando no están dando. Si el rival cambia marcas, se reacomodan. Si el partido se acelera, alguien baja el pulso. La función del capitán no es gritar, es recordar: roles, marcas, distancias, orden.
La cultura del equipo: caballerosidad, disciplina y amor
Para Martín hay tres valores innegociables:
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Caballerosidad. Respeto al rival, al juego y —por encima de todo— al caballo. Las emociones se sienten, no se descargan contra nadie.
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Disciplina. El que practica y estudia reglas progresa. No se trata de “pegarle lindo”, se trata de convertir: cada ejercicio acaba con gol, aunque sea caminando.
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Amor/pasión. Si no te mueve por dentro, no alcanza. Y se nota.
Ese marco sostiene las decisiones difíciles: armar equipos con talentos complementarios (calma atrás, electricidad adelante, agresividad defensiva al medio) y aceptar menos reflectores cuando el rol es sacar de juego a la figura contraria. Ganar también es eso.
Confiar es elegir bien (personas y caballos)
En polo la confianza se duplica: equipo humano + equipo equino. Un jugador no solo escoge compañeros; arma su caballada según la posición. El 3 necesita caballos obedientes, que exploten cuando se les pide y frenen al toque; el 1 pide pura velocidad; el 4, corpulencia que imponga respeto. La regla de oro: comodidad sin exceso. El caballo debe empujarte un poco más allá de tu zona de confort, pero nunca ponerte en riesgo. Sin confianza con tu caballo, el resto se cae.
Prepararse para competir… y para soltar
La temporada se construye con ritmos distintos: prácticas constantes fuera de torneo, y, cuando llega el calendario, al menos una o dos prácticas de equipo para leer química y ajustes. Dos días antes del torneo, taqueo técnico a baja intensidad; el día previo, nada. En competencia, la mejor fórmula que ha aprendido Martín es contundente: “entrena como si mañana no existiera; compite como si no importara”. Menos ansiedad, más ejecución.
La preparación mental es trabajo serio: psicología deportiva, terapia, acupuntura, y, sobre todo, conversación honesta con el equipo: nombrar miedos y repartir cargas. Si al 4 le preocupa la velocidad del rival, otro corre por él; si un cañonero pega muy largo, alguien le presiona el swing. En la hora previa, silencio y foco en los caballos.
La final que más enseñó
La anécdota más potente llega con una final especial: Martín contra su novia —compañera de vida y del proyecto Cuatro Soles— y contra una leyenda nacional, Ricardo Núñez. Sexto chukker, empate, caballos top (él en su yegua “El Títere”; Núñez en un clon de la mejor yegua del país). La definición fue un toma y dame. En la última jugada, encadenan tres errores defensivos y ella clava el golpe del título. Abrazos, orgullo… y una petición sincera: “no me hables en 20 minutos”. Duele y enseña.
La lectura final es madurez competitiva: no se perdió, se ganó distinto. Ganó su pareja, ganó la marca Cuatro Soles, ganó el proceso. Recordatorio útil para cualquier líder: no te quedes atrapado en el objetivo primario; mira el big picture.
Polo y empresa: el mismo idioma
Las analogías son directas:
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Roles definidos y talento específico en cada puesto.
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Comunicación efectiva en alta velocidad: mensajes cortos, oportunos, sin drama.
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Delegar de verdad: confiar en que otro patea largo mientras tú cierras atrás.
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Intuición con límites: en siete minutos, 30 segundos para la corazonada; 6:30 para la estrategia probada.
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Construcción de confianza fuera de la “oficina”: asados, potrero, conversaciones sin casco. Jugar con amigos se siente diferente.
Y una síntesis de liderazgo que vale oro: “liderar es tener agallas”. Tomar decisiones en movimiento, sin perder la humildad —la mayor lección que un caballo le ha dado a Martín—.
Lo que te queda al bajarte del caballo
El episodio deja una estampa clara: orden y pasión. Orden para que cada quien sepa dónde pararse, qué hacer y cómo apoyar al de al lado. Pasión para sostener el esfuerzo cuando el marcador aprieta. Si lideras personas —en cancha o empresa—, aquí hay un mapa práctico: define funciones, entrena la comunicación, cuida tus “caballos”, prepara la mente, y juega a fondo.
Los Cuatro Soles vienen con torneos, polo nocturno y la Copa de las Naciones en el radar. Si te gustó la conversación, compártela con tu equipo y acércate a sus próximas fechas. En el polo, como en la vida, el juego premia a quienes se atreven a entrar a fondo.